domingo, 28 de febrero de 2016

©️The Martian

En 1968 Hermione Farthingale le recomendó a su novio que se presentara en una agencia de publicidad donde podría conseguir algún trabajo. Ella tenía cierta experiencia como aspirante a actriz y bailarina. El novio de 21 años todavía vivía con los padres a pesar de que un año antes había presentado su primer album, pero es sabido que a los jóvenes artistas ingleses nada se les hace fácil en Inglaterra. Si por lo menos hubiese tenido un origen árabe o hindú, o contase con padres nacidos en algún lugar del Africa subsariana, le habría resultado más fácil. Inglaterra exige a los ingleses de una manera que jamás haría, incluso ahora, con los refugiados de cualquier guerra lejana, pero no lo suficiente como para no haber colaborado en ellas de alguna forma. En el entrevero ocasionado por semejantes remordimientos colonialistas, se le cuelan criminales buscados en sus países por crímenes de lesa humanidad a los que se proponen reformar. Pero ese no era un problema para Hermione; su única preocupación era que su novio pudiera independizarse económicamente y en poco tiempo irse a vivir juntos sin grandes zozobras. Es verdad que el novio había trabajado duro y hasta se había cambiado su nombre; ya no era David Jones como ella lo conoció en el '65, desde hacía unos años había empezado a llamarse David Bowie como para demostrar al mundo que era un hombre de doble filo. El álbum pasó prácticamente inadvertido a pesar de que tenía algunos temas más que dignos como When I live my dream, Love you till Tuesday y Rubber band. Entonces, el joven David Jones que estaba enamoradísimo de Hermione y que había pasado por las penas del infierno hasta que ella aceptó ser su novia, se presentó en la agencia de publicidad y a comienzos del '69 lo llamaron para hacer una propaganda de la marca de helados Lyons Naiv que próximamente sacaría una línea de paletas llamadas Luv. 
El argumento consistía en una banda de jovencitos muy modernos que cantaban, tocaban varios instrumentos y chupaban paletas de diferentes colores. El director del comercial se llamaba Ridley Scott y había nacido en el norte de Inglaterra. Con 32 años, la peleaba desde abajo como corresponde a un inglés. Unos meses después Bowie triunfaba con Space Oddity y ya hacía un tiempo que vivía con Hermione. Pero cuando a ella se le presentó la oportunidad de actuar en un film musical llamado Song of Norway, y para eso debería vivir unas pocas semanas en Escandinavia, Bowie se negó taxativamente a separarse de ella aunque fuese por unos días y no encontró mejor solución que pedirle que no aceptara la oferta. Hermione, que además no estaba dispuesta a compartirlo con ninguna otra mujer y sinceramente quería participar de la película, lo dejó. La desolación de Bowie no le impidió casarse con Angela y tener un hijo, pero siguió lamentando a Hermione en Life on Mars?, llamándola y preguntándose si no sería mejor estar en Marte. Para esa época ya había perdido los derechos sobre toda su producción desde el '64 al '69 cuando despidió por insistencia de Angela, a su manager, Ken Pitt. Este lo demandó y como él no contaba con recursos para hacerle frente, le pagó con sus canciones.


 Casi 20 años más tarde habría de pagar 55 millones de dólares para recuperar su obra, entre otras, Space Oddity. En 1977 Ridley Scott hizo Los duelistas y en el '79 se consagró con Alien, reivindicando a las mujeres que hacen las cosas solas con el personaje de la Teniente Ripley-Sigourney Weaver. Todos los varones del mundo se enamoraron de la astronauta que ante la única posibilidad de salvación se introduce en una cámara eyectadora hacia lo desconocido en bombacha, musculosa y con su gato en brazos. Ridley Scott hizo mucho más, hizo Blade Runner, Hannibal, Thelma y Louise y Black Hawk Down, en las que estuvo nominado pero terminó con las manos vacías; hizo 1492: La conquista del paraíso, una vez más con soundtrack original de Vangelis que ni siquiera estuvo nominada. Gladiator tuvo varias nominaciones y se llevó algunos premios, pero la Academia tampoco lo tuvo en cuenta como mejor director. Ahora, justo ahora, nos trae The Martian con una actuación impecable de Matt Damon, nominado a mejor actor. El filme, también nominado, fue estupendamente adaptado por Drew Goddard, uno de los mejores guionistas de Hollywood que respetó de manera prodigiosa el libro original de Andy Weir. Filmado en Jordania, Arthur Max recreó impecablemente la posible geografía de Marte, y en el momento más neurálgico de la película surgió Bowie por completo con Starman. En los monólogos del protagonista y en sus comunicaciones con la NASA hay también guiños al humor de Bowie que Scott, inglès al fin, conoció bien. Era en definitiva una relación familiar porque Bowie protagonizó The Hunger que fue dirigida por Tony Scott, hermano de Ridley. Lyons Naiv, que los juntó en un comercial de paletas de helados, fue vendida en el '92 a Nestlé. Tony Scott se suicidó hace unos años. Hermione es profesora de yoga. Bowie, por lo que sabemos, está ausente desde enero. Ridley Scott, que le ha hecho ganar miles de millones a la industria tampoco fue nominado esta vez y las masas de críticos especializados piden a gritos el premio para Iñarritu, para The Revenant y para Di Caprio. Pero Ridley Scott, esté juramentado o no, le ha rendido a Bowie un tributo inigualable con lo que según se ha dicho "...es una carta de amor a la ciencia." Es cierto que la Academia suele entregar premios cuando sospecha una muerte inminente, o simplemente por una más o menos larga trayectoría no laureada antes que por el producto nominado en ese momento. Como resultado, es relativamente frecuente ver a azorados premiados por verdaderos ascos cuando durante años ofrecieron productos de altísima calidad sin recibir el menor reconocimiento. Si la entrega de premios con delete es un método aceptable para saldar deudas, la Academia tiene la oportunidad histórica de hacerlo con Ridley Scott que ya tiene casi 80 años, que ha ofrecido material de excelencia durante 40 años y que, por si fuera poco, The Martian es una película que en unos pocos años será de culto. Si la NASA para homenajear a Bowie, incomunicó a los astronautas que estaban en el espacio exterior, y el Vaticano, rompiendo tradiciones milenarias, le dedicó honrosas palabras, bien podría la Academia, sobre el último minuto de las entregas de premios, reconocer que cometieron un error y darle la estatuilla a ese norteño genial y cascarrabias que es Ridley Scott. Una suerte de pacto entre ciencia, religión y arte, pero para eso no se puede ser mediocre. La ciencia y la religión demostraron estar a la altura de los tiempos. La Academia demostrará si es perfectamente prescindible, o no. 



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